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El primer escrito del romance leonés más antiguo

Castilla y León han vivido prácticamente siempre dentro de la misma comunidad política; ya desde los mismos albores del reino astur. En él se integra el naciente condado de Castilla, y cuando astures y cántabros, estos segundos los más viejos castellanos, inicien la repoblación de la meseta, León y la Castilla de la cuenca del Duero formarán igualmente parte de un único reino, que lleva el nombre de reino de León.

Solamente decisiones testamentales arbitrariamente dictadas separarán dos veces por corto espaoo de tiempo Castilla de León; la primera vez por seis años, entre 1065 y 071, la segunda por un período algo más largo, durante 73 años, de 1157 a 1230.

Por eso al estudiar los orígenes de nuestra lengua, el español de nuestros días o el castellano que nuestros mayores llevaron a América. no cabe prescindir de las aportaciones lingüísticas nacidas de las tierras leonesas. Castellanos y leoneses fundidos siempre políticamente también se unirán en el idioma para dar a la luz la lengua de Alfonso X el Sabio o la de los Reyes Católicos.

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El primer testimonio escrito de esos balbuceos romances de nuestra lengua, anterior incluso a las Glosas Emilianenses lo encontramos precisamente en un documento leonés del 24 de enero del año 959 (medio siglo antes que las Glosas Emilianenses correspondientes al romance navarro-aragonés), escrito en la ribera del Esla. En él. Hermenegildo y su mujer, de nombre Zita, donan al monasterio de Ardón su hacienda sita en Oteros; al tratarse de un negocio juridico el diploma se redacta en latín clerical.

Pero el material escriptorio, el pergamino, es muy valioso y de alto precio; por eso pocos años después un monje de Ardón (monje Ximeno) aprovechará ese pergamíno para escribir en su dorso la cuenta de los quesos que iba gastando en los trabajos y expediciones de los hombres del monasterio.

Lo escrito es algo tan vulgar y corriente como una cuenta de la despensa monacal, y para esa cuenta, de carácter privado, no utilizará el culto latín sino el romance vulgar que el monje leonés hablaba con sus criados. Así nacía el primer balbuceo escrito de nuestro idioma que ha llegado hasta hoy.
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Bibliografía

- Ediciones: Ramón Menéndez Pidal, Orígenes del español. Estado lingüístico de la Península Ibérica hacia el siglo Xl, Madrid 1956, p. 27—28.
-
Justiniano Rodríguez Fernández, El monasterio de Ardón, León 1964, p. 250—252.
- Emilio Sáez y Carlos Sáez. Colección documental del archivo de la Catedral de León (773—1230), II: (953—985), León 1990, doc. 313 y 480.

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